Lectoaperitivos de poemas a caballeros, doncellas y cosas de la realeza…

LOS REYES DE LA BARAJA
Si tu madre quiere un rey,
la baraja tiene cuatro:
rey de oros, rey de copas,
rey de espadas, rey de bastos.
Corre que te pillo,
corre que te agarro,
mira que te lleno
la cara de barro.
Del olivo
me retiro,
del esparto
yo me aparto,
del sarmiento
me arrepiento
de haberte querido tanto.
Federico García Lorca
España
(esparto)
♦
EL CABALLERO SOL
El caballero Sol,
en su caballo Sal,
cruzando un arrozal
perdió su caracol.
¡Qué lágrimas de alcohol!
¡Qué cielo de cristal!
¡Qué blanca era la cal!
¡Qué verde era la col!
El caballero Sol,
en su caballo Sal.
Aramís Quintero
Cuba
♦
DE TERCIOPELO
Vestido de terciopelo
pasa el rey de las arañas,
preguntando por la reina,
que anoche estaba muy pálida.
Sus ocho botas de cuero
no se escuchan en la sala,
como si de seda fueran
o sobre el aire pisaran.
Le contestan en silencio;
no lo miran a la cara;
suena, en el fondo, una puerta;
pasa el viento, solo, y canta.
Todos piensan una tela:
otra cosa no pensaran.
Una tela de hilos grises
y de muselina blanca.
Y sobre el escudo negro
del reino de las arañas,
luce el nombre de la reina
bordado en hilos de plata.
Aramís Quintero
Cuba
Del libro Días de aire.
Reproducido en la antología Todo el cielo un juguete (mn editores, Santiago, 2013)
♦
SIN REINO
—¡A mí, la guardia! —grita
el rey desaforado,
rodeado de tridentes,
guadañas, hoces, palos.
—No grite, Majestad,
que puede hacerle daño—
le dice un harapiento
caudillo sublevado.
—¡A mí, la guardia!— grita
el rey acobardado,
mirando a todas partes.
(Y todo está cercado).
—No grite, Majestad,
que un rey es delicado.
Gritar sólo podemos
nosotros los bastardos.
—A mí la guardia (dice
el rey hablando bajo)
no me hizo gracia nunca,
¿podrán creer, muchachos?
Secándose la cara
y el cuello colorado,
ya el rey es sólo un gordo
sin reino ni reinado.
Aramís Quintero
Cuba
Del libro Fábulas y estampas.
Reproducido en la antología Todo el cielo un juguete (mn editores, Santiago, 2013)
♦
SIGLO XII
Por las arenas hirvientes
va un jinete formidable:
escudo, espada, armadura
y estandarte.
Oscuro como su sombra.
La negra capa en el aire.
La barba rubia. Los ojos
vigilantes.
Asoma en el horizonte
una capa fulgurante.
Figura de sal inmóvil
que al sol arde.
La tarde relampaguea.
Levanta la arena el aire.
Remolinos de luz y oro.
Cae la tarde.
Recia espada occidental.
Sable curvo del Oriente.
Ricardo y el Gran Sultán,
frente a frente.
El corazón de Inglaterra:
Corazón de León.
Y Saladino. Y la guerra,
lento ciclón.
Y vuela el aire la arena,
y arena son
el Gran Sultán, y Ricardo,
y esta canción.
Aramís Quintero
Cuba
Del libro Fábulas y estampas.
♦
LA REINA
Yo te he nombrado reina.
Hay más altas que tú, más altas.
Has más puras que tú, más puras.
Hay más bellas que tú, más bellas.
Pero tú eres la reina.
Cuando vas por las calles
nadie te reconoce.
Nadie ve tu corona de cristal, nadie mira
la alfombra de oro rojo
que pisas donde pasas,
la alfombra que no existe.
Y cuando asomas
suenan todos los ríos
en mi cuerpo, sacuden
el cielo las campanas,
y un himno llena el mundo.
Sólo tú y yo,
sólo tú y yo, amor mío,
lo escuchamos.
Pablo Neruda
Chile
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LOS CASTILLOS
Los castillos se quedaron solos,
sin princesas ni caballeros.
Solos a orillas de un río,
vestidos de musgo y silencio.
A las altas ventanas suben
los pájaros muertos de miedo.
Espían salones vacíos,
abandonados terciopelos.
Ciegas sueñan las armaduras
el más inútil de los sueños.
Reposan de largas batallas,
se miran en libros de cuentos.
Los dragones y las alimañas
no los defendieron del tiempo.
Y los castillos están solos,
tristes de sombras y misterio.
María Elena Walsh
Argentina
♦
EL CABALLERO DE COPAS
El Caballero de Copas
huyó a galope tendido,
pues lo dejaron sin ropas
unos bandidos.
En medio del alboroto
perdió también la copilla,
y sacó un huesito roto:
la rabadilla.
Fue un día de mucha suerte,
pues no perdió su caballo.
Y como era el mes de mayo,
el sol no estaba muy fuerte.
Llegó al castillo callado,
y el Rey no lo vio llegar.
Día más afortunado,
¡ni hablar!
Aramís Quintero
Cuba
♦
EL DELFÍN, HIJO DEL REY
El Delfín, hijo del Rey,
salió a pelear con el Zar,
en su caballo de mar,
de buena ley.
Salió a pelear con el Zar.
Salió a pelear por el Rey.
Salió a pelear por la Ley.
Y por el Mar.
En su silla de montar,
de nácar y de carey,
regalo del propio Rey.
¡A pelear!
A morir sin decir “ay”,
en su caballo de ley.
Por el Mar o por el Rey.
¡Qué caray!
El Delfín, hijo del Rey,
y el Zar, y el hijo del Zar.
Por el Rey, o por el Mar,
o por la Ley.
Por lo que fuese, ¡a pelear!
En su silla de montar,
regalo del propio Rey.
¡Qué carey!
Aramís Quintero
Cuba
♦
TODAS ÍBAMOS A SER REINAS
Todas íbamos a ser reinas,
de cuatro reinos sobre el mar:
Rosalía con Efigenia
y Lucila con Soledad.
En el valle de Elqui, ceñido
de cien montañas o de más,
que como ofrendas o tributos
arden en rojo y azafrán.
Lo decíamos embriagadas,
y lo tuvimos por verdad,
que seríamos todas reinas
y llegaríamos al mar.
Con las trenzas de los siete años,
y batas claras de percal,
persiguiendo tordos huidos
en la sombra del higueral.
De los cuatro reinos, decíamos,
indudables como el Korán,
que por grandes y por cabales
alcanzarían hasta el mar.
Cuatro esposos desposarían,
por el tiempo de desposar,
y eran reyes y cantadores
como David, rey de Judá.
Y de ser grandes nuestros reinos,
ellos tendrían, sin faltar,
mares verdes, mares de algas,
y el ave loca del del faisán.
Y de tener todos los frutos,
árbol de leche, árbol del pan,
el guayacán no cortaríamos
ni morderíamos metal.
Todas íbamos a ser reinas,
y de verídico reinar;
pero ninguna ha sido reina
ni en Arauco ni en Copán…
Rosalía besó marino
ya desposado con el mar,
y al besador, en las Guaitecas,
se lo comió la tempestad.
Soledad crió siete hermanos
y su sangre dejó en su pan,
y sus ojos quedaron negros
de no haber visto nunca el mar.
En las viñas de Montegrande,
con su puro seno candeal,
mece los hijos de otras reinas
y los suyos nunca-jamás.
Efigenia cruzó extranjero
en las rutas, y sin hablar,
le siguió, sin saberle nombre,
porque el hombre parece el mar.
Y Lucila, que hablaba a río,
a montaña y cañaveral,
en las lunas de la locura
recibió reino de verdad.
En las nubes contó diez hijos
y en los salares su reinar,
en los ríos ha visto esposos
y su manto en la tempestad.
Pero en el valle de Elqui, donde
son cien montañas o son más,
cantan las otras que vinieron
y las que vienen cantarán:
“En la tierra seremos reinas,
y de verídico reinar,
y siendo grandes nuestros reinos,
llegaremos todas al mar.”
Gabriela Mistral
Chile
(Árbol de leche: RAE “1. m. árbol de la familia de las Moráceas, propio de Venezuela, cuyo látex, dulce y abundante, se utiliza como alimento”; Árbol del pan; Guayacán; Copán: Ciudad maya en Honduras; Guaitecas: pequeñas islas en la región austral de Chile.)
Les invito a disfrutar estos versos de la Mistral acompañados de una animación hecha por Cuarto Espacio Producciones en el año 2007:
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EL PRÍNCIPE
El rey era todo de oro
y la reina era de plata
y el príncipe que tenían
era enterito de lata.
Vivían en un palacio
con torreones de cristal
que podía ir a la luna
o acuatizar en el mar.
Un día fueron los tres
a hacer un pic-nic al río
bajo un sauce muy llorón
cuando hacía mucho frío.
Los reyes, muy elegantes,
se pusieron sus coronas
y el príncipe fue feliz
con su cabeza chascona.
Cuando estaban almorzando
se levantó ventolera
y en el sauce se enredaron
coronas y otras leseras.
Los reyes, sin sus coronas,
sus cuerpos de oro y plata
colgaban alto en el sauce
como si fueran dos ratas.
El príncipe, mientras tanto,
sin corona y muy chascón,
se columpiaba feliz
en ese sauce llorón.
Marcela Paz
Chile
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LAS TRES NARANJITAS
Pues… Una vez un príncipe se disfrazó de pobre
para correr el mundo buscando una doncella
que por sus propios méritos, sin interés ninguno,
su corazón le diera.
El príncipe la busca que tronos y corona
y adoración merezca.
El príncipe la busca
mejor que rica, hermosa; mejor que hermosa, buena.
Anda que te anda por el mundo
buscando su amor,
de fatiga y de sed muerto, el príncipe
a un castillo encantado llegó.
Con la sed que lo abrasa va y coge
el príncipe ansioso
de un naranjo verde
tres naranjas de oro.
Parte la primera,
y cuajada de piedras preciosas
sale una princesa…
El príncipe le dice
que de sed y fatiga se muere,
pero ella, al verlo pobre,
se va sin responderle.
Parte la segunda,
sale otra princesa
que, de hermosa, como un sol deslumbra.
El príncipe le dice
que de sed y fatiga se muere;
pero ella, al verlo pobre,
se va sin responderle.
Parte la tercera;
la princesa que ahora aparece
se ve que es un ángel de humilde y de buena…
El príncipe le dice
que de sed y fatiga se muere,
y ella va corriendo y en sus manos blancas
agua cristalina le trae de la fuente.
Esa es la que el príncipe
para esposa quiere:
la que va corriendo y en sus manos blancas,
agua cristalina le trae de la fuente.
Vicente Medina
España
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LOS DOS PRÍNCIPES
El palacio está de luto
y en el trono llora el rey,
y la reina está llorando
donde no la puedan ver:
en pañuelos de olán fino
lloran la reina y el rey:
los señores del palacio
están llorando también.
Los caballos llevan negro
el penacho y el arnés:
los caballos no han comido,
porque no quieren comer:
el laurel del patio grande
quedó sin hoja esta vez:
todo el mundo fue al entierro
con coronas de laurel:
—¡El hijo del rey se ha muerto!
¡Se le ha muerto el hijo al rey!
En los álamos del monte
tiene su casa el pastor:
la pastora está diciendo
“¿Por qué tiene luz el sol?”
Las ovejas, cabizbajas,
vienen todas al portón:
¡Una caja larga y honda
está forrando el pastor!
Entra y sale un perro triste:
canta allá adentro una voz:
“Pajarito, yo estoy loca,
¡llévame donde él voló!”
El pastor coge llorando
la pala y el azadón.
Abre en la tierra una fosa:
echa en la fosa una flor:
—¡Se quedó el pastor sin hijo!
¡Murió el hijo del pastor!
José Martí
Cuba
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EL SARAMPIÓN DE LA PRINCESA
A Elizabeth, princesa de Inglaterra,
como a cualquier negrita de esta tierra,
le ha dado el sarampión,
enfermedad tenida por plebeya
y que, por eso mismo, al darle a ella,
rompió la tradición.
Por muy cierto hasta ahora se tenía
–bastante nos lo han dicho en poesía–
que las princesas son,
dada su sangre azul, del todo inmunes
a esos males caseros y comunes
que atacan al montón.
Cuentos nos han contado, por quintales,
de princesas enfermas, cuyos males
son siempre de postín:
algún hechizamiento, algún letargo
o esas ganas de echarse largo a largo,
que llaman el “esplín”.
Y si hubo un caso grave fue el de aquella
princesita tan floja como bella
que veinte años durmió,
hasta que vino un príncipe en su jaca,
la despertó moviéndole la hamaca
y le dijo: —Les go…
¡Ah crudeza del mundo! Así es la cosa:
Elizabeth está sarampionosa
como cualquier mortal.
Y su rostro, a la luna parecido,
por causa de las ronchas ha sufrido
un eclipse total.
Así pues, los discípulos de Apolo
que han visto a las princesas sufrir sólo
males del corazón,
se llevarían una gran sorpresa
si llegaran a ver a esta princesa
¡con esa picazón!
Aquiles Nazoa
Venezuela
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LA PRINCESA CHINA
Nació una princesa china
porque en la China nació,
pero no supo hablar nunca
porque nadie la enseñó.
¿Y cómo es esto posible
si otros niños nacieron,
y hablaron chino perfecto
que de escuchar aprendieron?
Pues sucedió que esta niña
aunque princesa nació,
fue sorda de nacimiento
y a nadie hablar escuchó.
España
♦
VA SOLO EL REY DE TRÉBOLES
Va solo el Rey de Tréboles
gruñendo entre los árboles,
y echándole la culpa
de su desgracia al aire:
que si sopló muy fuerte,
que si estropeó la tarde,
que si agitó la noche,
que si voló el follaje.
Ya nada es como era,
ni el cielo ni los árboles.
Ya el bosque es otro bosque.
Ya no conoce a nadie.
Sus caras son de furia,
de miedo y disparate.
Sus pobres barajitas
se alegran, y él lo sabe.
Y mientras tanto, siguen
haciendo lo que él mande.
Aramís Quintero
Cuba
♦
TRIÁNGULO ARMÓNICO
Thesa
La Bella
Gentil princesa
Es una blanca estrella
Es una estrella japonesa
Thesa es la más divina flor de Kioto
Y cuando pasa triunfante en su palanquín
Parece un tierno lirio, parece un pálido loto
Arrancado una tarde de estío del imperial jardín.
Todos la adoran como a una diosa, todos hasta el Mikado
Pero ella cruza por entre todos indiferente
De nadie se sabe que haya su amor logrado
Y siempre está risueña, está sonriente
Es una Ofelia japonesa
Que a las flores amantes
Loca y traviesa
Triunfante
Besa.
Vicente Huidobro
Chile
♦
A continuación, un gusto enorme presentarles una serie de cinco poemas incluidos en el libro El príncipe Z del autor español Juan Guinea Díaz, publicado por Editorial A Fortiori.
EL PRÍNCIPE Z
No muy lejos de tu casa,
aunque no te hayas fijado,
vive Z con sus padres
en un Castillo Adosado.
Z es sólo un principito
con pocos años de vida
pero su gran corazón
a todo el mundo cautiva.
Es un príncipe Valiente,
y pacífico a la vez,
su valentía la demuestra
mostrándose tal cual es.
Tiene un pequeño dragón
y un pájaro que encontró herido
duermen en su habitación:
son sus mejores amigos.
Es un príncipe sensible,
le gusta escribir poesías,
describe con sus palabras
miedos, penas y alegrías.
Su reino no será grande,
no tendrá un trono de oro…
pero le sobra cariño:
el mayor de los tesoros.
Juan Guinea Díaz
España
♦
UN GESTO MUY HONESTO
Hay veces que al principito
no le sale una palabra
quiere decir tantas cosas
que al final, no dice nada.
La garganta se le seca
se agolpan los pensamientos,
sólo deja que le inunde
el silencio del desierto.
Por suerte tiene una abuela
que es sorda desde pequeña,
y le enseñó a hablar con ella
haciendo gestos y señas.
Z habla con sus manos
no necesita la voz
todo lo dicen sus gestos,
sus ojos y el corazón.
Con el lenguaje de signos
Z se siente seguro,
puede decir lo que siente
sin sentir ningún apuro.
Habla sin abrir la boca
mueve sus brazos deprisa,
se expresa sin importarle
que otros se mueran de risa.
Cuando se convierta en rey
dará discursos con gestos:
Hablar desde el corazón
le resulta más honesto.
Juan Guinea Díaz
España
♦
Z Y EL REY
Cuando el rey se ha cansado
de reinar su reinado,
después de un largo día
de trabajo forzado.
Cuando vuelve agotado
de pasar largas horas,
resolviendo, paciente,
los problemas de estado.
Cuando al fin de despide
de una intensa jornada,
y a sus fieles visires
dice “hasta mañana”.
Llega entonces a casa
se quita la chaqueta,
remanga su camisa
y da un abrazo a Z.
Entonces le dice
cualquier tontería
hasta que consigue
que Z se ría.
El príncipe Z
ríe a carcajadas
y al rey se le olvida
su larga jornada.
Sólo tiene ojos
para su pequeño
lo tiene presente
incluso en sus sueños.
Desde que es papá
su vida ha cambiado:
no dirige un reino,
¡sino un principado!
Juan Guinea Díaz
España
♦
PLANES PARA UNA PRINCESA
Cuando la princesita fue a nacer,
el rey pensó “Ésta será dentista”,
la reina decidió que, mejor, jueza;
la abuela le vio manos de pianista…
Su hermano tenía claro que arquitecta
era lo que debía ser su hermana,
pero cuando creció la princesita,
la niña, solamente, salió rana.
Su madre no esperaba que comiera
mosquitos y abejorros en la charca
¡No son buen alimento los insectos
para la descendencia de un monarca!
¡Esos modales son intolerables!
¡Deja de dar saltitos por la casa!
¡Una Princesa Rana, habrase visto!
¡Eso en los otros reinos nunca pasa!
El Rey reunió al concejo de ministros
¡La niña lo traía de cabeza!
No puede consentir que una hija suya
actúe con tal falta de nobleza.
Decide buscar un Hada Madrina
que ponga a la princesa en sus cabales,
y en vez de enamorarse de otras ranas,
le vuelvan loca los chicos normales.
¡Esos modales son intolerables!
¡Deja de dar saltitos por la casa!
¡Una Princesa Rana, habrase visto!
¡Eso en los otros reinos nunca pasa!
El Hada estudia el caso atentamente,
habla largo y tendido con la rana,
reúne urgentemente a la familia,
se aclara la garganta y luego exclama:
—¡La princesita está estupendamente!
Ella es feliz siendo de esta manera
¡Vosotros ocupaos de quererla
y de dejarla ser como ella quiera!
Las cosas en palacio se han calmado,
ahora todo es mucho más sencillo:
Desde que cada cual es como quiere
sólo hay felicidad en el castillo.
Juan Guinea Díaz
España
♦
Y…
Cuando en el reino de Z
hay una celebración,
él prepara una poesía
¡Es toda una tradición!
Z se sube a una silla
cuando termina la cena
hace un par de reverencias
y recita sus poemas.
A su familia le encanta
su habilidad natural
para expresar con sus versos
su manera de pensar.
Z les escribe a todos
incluido a su dragón,
es un regalo que hace
con todo su corazón.
Si queréis leer los poemas
que el príncipe ha ido escribiendo
sólo tenéis que pasar
de página y seguir leyendo…
Juan Guinea Díaz
España
…aunque, claro, en este caso, los poemas del Príncipe Z están repartidos por varias mesas de nuestros deliciosos lectoaperitivos.
♦
EL REY DE TRÉBOLES
El Rey de Tréboles
tiene dos caras
y viene a vérselas
en los espejos.
Son dos, son cuatro,
son ocho, ¡cuántas!
Todas muy serias,
todas de viejo.
Rey de los Mármoles
y de las Lápidas,
Rey de las Cóleras
y de los Truenos.
De los reflejos
de sus dos caras,
el más amable
no es nada bueno.
Aramís Quintero
Cuba
♦
EL REY DE TRÉBOLES DICE
El Rey de Tréboles dice
que él nunca miente.
Con sus dos caras serias,
muy seriamente,
dice que no, que nunca,
que él nunca miente.
Con una cara mira
hacia el norte y el este.
Con la otra hacia el sur,
y hacia el oeste.
¿Son dos caras o cuatro?
¿Ocho? ¿Diez? ¿Diecisiete?
Y con todas lo mismo:
que nunca miente.
Que no, que nunca, nunca,
que él nunca miente.
(Hay quien dice que a veces,
y otros que siempre.)
Aramís Quintero
Cuba
♦
EL REY DE BASTOS VIENE
El Rey de Bastos viene
vociferando,
con su garrote al hombro,
dando y dando
garrotazos a diestra y a siniestra.
Él es diestro y siniestro
dando y dando
y sabe cómo darlos y cuándo.
Y aunque sabe de todos,
de nada sabe tanto
como de dar y dar y seguir dando,
y parecer que no,
que va soltando
rosas y pétalos rosados.
Y habría que creérselo
si no fueran pasando
todos molidos y descalabrados,
unos diciendo que duele mucho,
y otros que sí, pero no tanto.
Y los que pueden se van huyendo
con sus huesitos a otro lado.
Aramís Quintero
Cuba
♦
EL REY DE BASTOS TIENE
El Rey de Bastos tiene
la corona mal puesta.
Unos le dicen: “¡Quítatela!”
Otros le dicen: “¡Enderézatela!”
Él gruñe o se hace el sordo.
Con su enorme garrote,
¿quién se le acerca?
Ya saben, barajitas:
así es cómo él la usa,
¡y así se queda!
(Pero cómo fastidia
eso de “¡Quítatela!”
y aquello de “¡Enderézatela!”).
Aramís Quintero
Cuba
♦
EL CABALLERO SAN ROMÁN
El caballero San Román,
en su caballo Juan Ramón,
perdió su lima y su limón
en unas lomas de Milán.
¡Qué triste y dulce el tulipán!
¡Qué triste el vuelo del halcón!
¡Qué triste el galgo y el orejón
sobre sus sábanas de holán!
El caballero San Román
perdió su lima y su limón.
Aramís Quintero
Cuba
♦
EL CABALLERO SAL
El caballero Sal,
en su caballo Sol,
sonando un caracol
salió de un arrozal.
¡Qué salto en la postal!
¡Qué vuelta al quitasol!
(Aquí ya no hay alcohol,
ni col, ni cal:
solo un caballo Sol
y un caballero Sal.)
Aramís Quintero
Cuba
♦
LA PRINCESA FILOMENA
La princesa Filomena
necesita un buen consejo.
No combina bien su ropa
y consulta con su espejo.
Filomena grita fuerte:
“¡Mi cara no se refleja!
¡Papá! ¡No tengo nariz,
y ni siquiera una oreja!”
El rey está preocupado.
¡Qué enfermedad tan rara!,
comenta a sus asesores,
“¡hace desaparecer la cara!”.
Llega el médico al palacio.
Dice al rey: “Muéstreme el diente”.
Le contesta el soberano:
“Es mi hija la paciente”.
El doctor, con gran pericia,
examina a la princesa:
“¿No será que habrá comido
demasiada milanesa?”
Por la ventana entra un gato
que salta desde una teja,
y pasa frente al espejo…
¡Él tampoco se refleja!
“La princesa está muy sana”,
dictamina el licenciado,
el problema es del espejo:
¡Nunca nadie lo ha limpiado!
Carla Dulfano
Argentina
♦
Simplemente maravillosos! Estoy encantada! Gracias!
¡Qué alegría, Eva! ¡Ven a probar deliciosos lectoaperitivos cuando quieras! Y si tienes más para compartir, por favor no dudes en enviármelos.
Saludos,
Astrid